El Cuco

La diferencia entre viajar y vivir en un sitio es que tienes que hacer el triple de esfuerzo por conocer las cosas porque es muy fácil caer en la trampa del “tengo tiempo para verlo” y así te encuentras a tanta gente que vive en Madrid y que no ha ido ni una sola vez al Prado o que apenas de entera de lo que pasa en la ciudad. Yo últimamente, tal vez sea por esta burbuja atemporal de trabajo en la que vivo no me había dado tiempo a pararme en seco y pensar en El Salvador.




Este finde he tenido una pequeña dosis de viaje, fin de semana en El Cuco un pequeño pueblo cercano a la Nicaragua, las distancias en este país son irrisorias! Una de las cosas que más sorprende de El Salvador es el paisaje, volcanes de fondo, un verde intensísimo y praderas como de ensueño. Cómo no, nos encontramos con las eternas contradicciones de un país en vías de desarrollo, las carreteras son estupendas, probablemente mejores que la de muchos países del denominado primer mundo, pero no hay medios ni conocimientos para sacarles el mayor provecho. Así la gente pasea por las autopistas, te topas con burros, vacas, camionetas plagadas de gente y pick ups que ejercen de medio de transporte colectivo (hasta 10 personas contamos apiñadas en uno) Esto convierte el trayecto en un rally de obstáculos, se conduce con un estilo “slalom”…Dato curioso, las reglas de adelantar por la izquierda son una utopía y el “todo vale” es una máxima, claro que tampoco es muy distinto a la conducción en Madrid.



Estuvimos en casa de una salvadoreña con toda la familia y cuando digo TODA es literal, unas 25 personas en la casa, entre primos tíos, novias, amigos, tias terceras y niños. Al parecer es muy común, se juntan todos y se pasan los días tirados en hamacas comiendo popusas, tamales y variedades culinarias cuyo denominador común es el maíz, después de estos meses no voy a poder tomar más palomitas en mi vida. Muy curioso la verdad, pero con un tono tan amable, acogedor y entrañable que hace sonreír.